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Columna
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Compra lo tuyo, defiende lo nuestro

Cuando se activan narrativas emocionales nacionalistas es difícil volver atrás. Las emociones no se apagan con comunicados

Ilustración Máriam Martínez Bascuñán
Máriam Martínez-Bascuñán

Mercado y fortaleza serán las dos divisiones del mundo rico, decía hace años Philipp Blom. Quien no se sienta parte del sueño liberal se resguardará tras una empalizada, “la respuesta autoritaria a la fría libertad de mercado”. Cuando las personas no nos sentimos escuchadas o protegidas buscamos respuestas radicales. Si el modelo neoliberal no aborda eficazmente la creciente desigualdad, seremos atraídos por el otro modelo, autoritario y proteccionista, como una salida falaz para restaurar la ficción de control y seguridad de nuestras vidas. El populismo económico de Trump es parte de ese sueño autoritario, la visión maniquea y falsa de un EE UU víctima del injusto comercio internacional manipulado por otros países. El pueblo honesto y trabajador es explotado o engañado por enemigos externos. La idea de que EE UU “vuelva a ser rico” y la llamada a relocalizar la producción en suelo estadounidense responden a un peligroso enfoque nacionalista que dice buscar proteger la economía interna a costa del sistema global. Llamar a eso “El día de la liberación” es remover emociones para crear una engañosa sensación de orgullo, victoria y ruptura con el pasado, despreciando, como no, a los expertos que cuestionan sus políticas, la malvada élite desconectada de los anhelos del pueblo.

Por estos lares, la respuesta al modelo fortaleza compra el marco del adversario. La música de Isaac Albéniz adorna un vídeo institucional que nos invita a apoyar la economía nacional bajo el lema “Compra lo tuyo, defiende lo nuestro”. La campaña lanzada por el Ejecutivo en respuesta a la ofensiva arancelaria parece querer reforzar nuestro orgullo nacional para movilizarnos en apoyo a la economía local. ¿Quién defiende mejor el interés nacional contra Trump? Es la pregunta que parece que definirá el nuevo centro político. En Canadá son los liberales quienes han logrado presentarse como los más aptos para ello. Pero ahí estamos todos, moviéndonos hacia narrativas que exaltan el orgullo patriótico y que transforman la defensa económica en una cuestión identitaria y de valores. Sánchez lo hace con un discurso de economía social de mercado, pero cuando se activan narrativas emocionales nacionalistas es difícil volver atrás. Las emociones no se apagan con comunicados. La pregunta de quién defiende mejor nuestros intereses frente a Trump obliga a retratarse a todos, y especialmente a Vox, el gran tonto útil de esta historia, pero si dejamos fuera el marco europeo y compramos el del adversario, en el fondo, es la ultraderecha quien se apunta el tanto.

Mientras hablamos de las oportunidades que puede generar el disparatado embate trumpista, por ahora solo desplazamos el eje de la disputa política hacia el modelo fortaleza. En Europa hablamos de rearme y seguridad, no de cooperación con medidas como la mayoría cualificada para tomar decisiones. Entre los planes de Trump está el desmantelamiento de la UE, y tiene quintacolumnistas como Orbán para ello, que esta semana recibía feliz a Netanyahu y anunciaba su salida de la Corte Penal Internacional sin coste alguno. Otra derrota de Europa. El diagnóstico es claro: contrarrestar las amenazas internas, como el auge de la extrema derecha, y las externas, la desestabilización que buscan Putin y Trump. Pero lo que más rechazo genera en quienes abrazan el sueño fortaleza es la hipocresía. También lo advierte Blom: no se puede prometer un mundo abierto y multilateral mientras levantamos muros por todas partes.

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Sobre la firma

Máriam Martínez-Bascuñán
Profesora de Teoría Política de la Universidad Autónoma de Madrid. Autora del libro 'Género, emancipación y diferencias' (Plaza & Valdés, 2012) y coautora de 'Populismos' (Alianza Editorial, 2017). Entre junio de 2018 y 2020 fue directora de Opinión de EL PAÍS. Ahora es columnista y colaboradora de ese diario y pertenece a su comité editorial.
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